Tras acercarnos a las gamas cromáticas, hoy hablamos de cómo armonizar el color. Ya conocemos los conceptos frío-cálido, primario-secundario, por lo que, partiendo de ahí, podemos realizar todas las combinaciones que deseemos de cara a alcanzar una composición cromática.
Para conseguir una armonía nos decantaremos siempre por tonos similares, mientras que si lo que queremos es obtener contraste y complementariedad, usaremos los contrarios.
Cuando intentéis plasmar una atmósfera unificada tened en cuenta la colocación de los colores, así como qué aportan unos junto a otros. De esta manera, conseguiréis la armonía deseada. En el caso de que no busquéis contraste deberéis matizar los tonos contrarios, de tal forma que uno junto al otro no conlleve una sensación estridente para quien observa la obra.
Pondremos un ejemplo:
Para pintar un bodegón de frutas con naranjas y limones, en el que intervienen diferentes tonalidades que el pintor debe saber integrar, dibujamos primero el plato en rojo. Sobre este tono se van incorporando naranjas, amarillos y verdes. Se trata de tonos cálidos que combinan muy bien.
Después se incorporan tonos fríos, pero matizados, con el objetivo de que queden integrados con el resto de tonalidades. Para el fondo del cuadro podemos elegir un violeta porque combina bien con las frutas de color cálido. Además, escogeremos el azul oscuro para las sombras y lo matizaremos para no desentonar.
Finalmente, podemos oscurecer el color de las frutas por la parte que está sombreada. Así, el azul se fundirá en la oscuridad general de la obra.
Con estos simples pasos conseguiréis armonizar el color. Un cuadro puede contener muchos colores, pero sólo será armónico si se utilizan de forma correcta y con los matices necesarios. Ya podéis empezar a coser los colores con sutileza; así crearéis verdaderas obras de arte.